Hace algún tiempo, Arnaud y su amigo Jeff decidieron ir de viaje a las
lejanas tierras del Este. Durante una expedición a lomos de un
dromedario vieron en lo alto de una pequeña duna de arena un objeto que
brillaba bajo los rayos del sol y les llamó su atención, por lo que
descabalgaron al momento. ¡Se vieron muy sorprendidos al descubrir una
vieja lámpara de aceite! Debía de haber estado enterrada allí durante
muchos años hasta que los vientos del desierto la destaparon.
Jeff bromeó.
- ¡Ya sé! ¡Pide tres deseos y frótala, a lo mejor sale un genio!
Nada ocurrió tras el primer intento. Ni tras el segundo.
Tras
el tercer intento, sin embargo, la lámpara comenzó a brillar y a
calentarse rápidamente hasta que estaba tan caliente que Arnaud tuvo que
dejarla caer sobre la arena.
Entonces, un humo denso salió de ella y
formó una pequeña nube opaca. Poco a poco fue desvaneciéndose.
Asombrados, vieron una criatura aparecer ante ellos. Tenía el aspecto de
un hombre y parecía bastante simpático.
Se desperezaba, como si se
acabara de despertar de un largo sueño. Entonces, una voz grave dijo:
“Hola, soy el renovado Akinator. Hablo y entiendo todos los idiomas del
mundo. Me habéis despertado de siglos de sueño. Pero este largo descanso
no ha afectado a mis prodigiosas habilidades. Tengo la capacidad de
adivinar en quién estáis pensando con sólo unas preguntas. Si no, si me
ganáis entonces os dejaré en paz. ¡Pero cuidado! Responded bien a mis
preguntas si no… ocuparéis mi lugar en la lámpara.”
Nuestros dos
amigos tenían curiosidad, pero la advertencia del genio les hizo ser
cautos. Respondieron de forma impecable a las preguntas y se dieron
cuenta de que lo que el genio había dicho era cierto: adivinaba
fácilmente quiénes eran los personajes que estaban pensando. Él estaba
muy orgulloso de esta hazaña y comenzó a cantar y hablar, hablar,
hablar… y no parecía parar nunca. Pedía más y más adivinanzas y siempre
encontraba las respuestas. Parecía tener una energía inagotable y estar
cada vez más encantado consigo mismo a medida que pasaba el tiempo.
Los
dos viajeros intentaron escabullirse aprovechándose de su euforia, pero
no lo consiguieron. El genio seguía flotando en el aire detrás de
ellos, libre como el viento y pidiendo sin descanso que jugaran con él.
Jeff cogió la lámpara. Volvieron hacia los dromedarios y Jeff,
desconcertado, preguntó a su amigo:
“¿Qué vamos a hacer, Arnaud? Nos sigue a todas partes. ¡No nos desharemos de él nunca!”
“Lo vamos a llevar con nosotros a Francia. ¿Quiere descubrir personajes? Le daremos lo que él quiere”, dijo Arnaud.
Estas
fueron las circunstancias que llevaron a Jeff y a Arnaud a crear la
página web akinator.com. Akinator podría jugar día y noche con todo el
mundo y así saciar su inagotable adicción.
Puedes intentar engañar a
Akinaor. Verás que no es infalible. Pero ¡shh!... no le gusta oírlo. Y
ten cuidado, debes responder de forma honesta. ¡Recuerda la aterradora
advertencia de nuestro genio!
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